13

Jul

2021

Acontecimientos que trascienden

Esos son tres grandes acontecimientos que he podido seguir. Estos tres tenían potencial para la confrontación, incluso violenta; sus protagonistas venían de posturas encontradas, muy marcadas por estereotipos en el imaginario de dos bloques.

Por Enrique Banús. 13 julio, 2021. Publicado en El Peruano

Uno va viviendo, su vida bastante corriente, y no se cree protagonista de grandes acontecimientos. Pero, así, sin mucho darse cuenta, uno también está en medio de grandes acontecimientos, casi siempre como observador o, en todo caso, con una participación muy, pero muy chiquita. A mí, sin ser súper viejo, me ha tocado vivir algunos (bien de lejos, ciertamente). Me vienen a la mente tres, que, además, tienen algo en común.

En el primero pude haber estado más cerca, pero me había ido a estudiar a Alemania. Allí leía yo, con un prurito intelectualoide, el diario alemán propio de las “cabezas inteligentes”, como decía su publicidad. Su corresponsal en España era un gran profesional, muy bien informado. Cuando falleció Franco, ese gran periodista estaba convencido de que los españoles, una vez más, divididos atávicamente en dos bandos, iban a terminar enfrentándose, y no sólo con palabras: dos visiones de país iban a volver a chocar.

Recuerdo cómo luego tuvo que ir haciendo equilibrios para explicar lo que en realidad estaba sucediendo: que aquellos dos bandos (en realidad, eran bastantes más sensibilidades distintas) se estaban poniendo de acuerdo para configurar una nueva Constitución que, finalmente, pudieron aceptar (casi) todos.

En el segundo acontecimiento también pude haber estado más cerca; sin embargo, estaba más lejos la caída del muro de Berlín. Un año antes de que cayera, yo había regresado a España, tras dieciocho años en Alemania. Me enteré por la calle, cuando un amigo entró a comprar algo en un bar y salió diciendo: “Han abierto el muro de Berlín”.  Le dije que ya estaba abierto, que había algunos lugares por donde se podría cruzar -con muchos controles, claro… y no podían hacerlo los de Berlín Oriental-. “No, no, que ha caído, que puede cruzar todo el mundo.”

Luego, he podido conversar con muchos alemanes, muchos berlineses, algunos protagonistas. Y con polacos y húngaros y estonios y checos y rusos y rumanos y croatas… Todo aquel tremendo entramado de los así llamados “países del Este” desapareció -salvo alguna excepción, véase Belarús- y sin guerras -salvo las terribles en la antigua Yugoslavia-. Consiguieron llegar -con muchas diferencias entre ellos- a una visión de futuro que comparten (casi) todos. Con matices, con problemas, pero decididos a tener y mantener unos valores y unas reglas de juego.

El tercer gran cambio no lo viví desde el principio: aún no había nacido. Luego, he podido seguirlo bastante de cerca, desde la universidad, con muchas ocasiones para conversar con colegas de otros países, con políticos, con funcionarios. Tras la II Guerra Mundial, los gobiernos de Francia y Alemania -junto con otros- deciden un cambio de paradigma: las diferencias se van a solventar a partir de ese momento por la negociación y no por la confrontación: en lo económico primero, en un mercado común, en que, si no negocias, pierdes siempre.

Se deciden también otras medidas: por ejemplo, que los libros de Historia para la Secundaria los van a escribir, conjuntamente, historiadores de ambos países, y que se van a organizar intercambios escolares. ¿Ganas de gastar plata? No podemos saberlo. Pero el efecto, como en el mercado, es importante: se conoce al otro, se conversa. Y, conversando, se descubre que ese otro es diferente, pero no es enemigo y comparte al menos el deseo de paz y de calidad de vida (aunque quizá piense que se consigue de una manera diferente).

Ahí, en ese proyecto de integración europea, siguen trabajando (casi) todos – menos los británicos, 51% de los cuales decidieron que no les gustaba. Trabajando a trancas y barrancas, que se suele decir, dos pasitos adelante y uno atrás, como en la famosa procesión de Echternach en Luxemburgo, en que van subiendo así, dos pasos adelante y uno atrás (y a la pata coja), a un santuario en la cima de un cerro (un cerro luxemburgués, no andino, o sea, tampoco tan inmenso).

Esos son tres grandes acontecimientos que, desde bastante lejos, he podido seguir. Acontecimientos chiquitos ha habido muchos más. Estos tres tenían potencial para la confrontación, incluso violenta; sus protagonistas venían de posturas encontradas, muy marcadas por estereotipos en el imaginario de dos bloques. Sin embargo, se resolvieron en soluciones que pudieron aceptar (casi) todos porque (casi) todos cedieron en la negociación, y porque tuvieron (y siguen teniendo) la paciencia de los de Echternach: un paso atrás de vez en cuando, pero con saltitos hacia delante, aunque sea cuesta arriba.

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

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